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viernes, 17 de octubre de 2008

Arte y cultura

Reflexionando sobre cómo haré para al fin ganar un concurso de cuentos, llego a la conclusión muy evidente de que mi narrativa no satisface los gustos del crítico promedio. Por un lado, está claro que en Latinoamérica se cultiva y exige persistentemente una cada vez más decrépita y absurda tradición realista que gracias a su endogamia está dando engendros de lo más deformes que justifican su existencia sólo por representar malamente cierto año en el que fueron escritos. Pero claro, supuestamente es una muestra de cultura el saber lo que sucede con nuestra sociedad, incluso si demostramos que nadie sabe nada mediante nuestra propia ignorancia, son cosas importantosas de las que estamos obligados a hablar todo el tiempo, aunque no vallamos a hacer nada al respecto y los grandes narradores representan la mediocridad con más mediocridad para convencernos de que nunca podremos hacer nada y lo mejor es quedarnos de brazos cruzados. Y si no conoces la realidad de este país porque para tu desgracia eres del Curdistán o quizás sólo de la Guyana Francesa, pues no nos sirves para nada.
Hay, sin embargo, uno que otro narrador que ha logrado sortear los parámetros del utilitarismo marxista y dispensar de él por completo (en todo caso, los críticos buscarán escusas a posteriori de cómo esto sí es socialmente determinado y útil). En esos casos, sin embargo, se rescata el relato en base a su valor histórico (cosa que también ha venido sucediendo con El Empalador, por cierto, aunque ni siquiera ha logrado salvarse tanto), de la erudición que demuestra el escritor en materia de cultura occidental. Incluso entre muchos vanguardistas, la anciedad de influencia plaga los textos que pretendían liberarse de toda atadura pasada de una inmensidad de bichos mitológicos en negativo, de gigantescos pesos enciclopédicos de occidentalismo (tantísimas Marías de Mayakovsky, de Huidobro). Recuerdo ahora que antaño, en mis tiempos más vanguardistas, solía tener al arte por antónimo de cultura, pues la cultura es todo ese bagage milenario que define a un grupo humano cerrado, con una identidad colectiva, y le permite explotar a sus miembros y atacar a sus enemigos; el arte sería, según algunos, algo creativo, algo relacionado con la libertad. En base a esto habríamos de comprender cómo gran parte de los eventos literarios oficiales son culturales, y no artísticos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo creo que el arte si es parte de la cultura, así como lo son el idioma y la religión.
Efectivamente en el Perú seguimos ligados a la concepción del realismo socialista, concepción que ha sido criticada y totalmente deshechada en los paises donde fue aplicada oficialmente, siendo considerada ahora como parte de su historia. Te recomiendo que leas "Una mente cautiva" de Czeslaw Milosz.
Elka