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martes, 20 de mayo de 2008

Los tres errores de Lewis

Tantas cosas he visto y querido comentar, excepto mi regreso a Lima la horrible que se interpone en todo, pero ni modo, las iré escribiendo de a pocos y en desorden, a ver si después las interpretan por el contexto determinante que rige su fecha de posteo.
La segunda película de Narnia es un fiasco. La primera estaba mínimamente pasable. Esta no. Con lo mala que es, se pensaría que algo del libro se debe haber perdido, y por un momento se me cruzó por la cabeza darle por fin una oportunidad al texto, y recordé cuando en la feria del libro, nadando entre tantas páginas revueltas, hojee también las primeras páginas de la interminable saga de Lewis, para encontrarme con una narración extremadamente infantil, casi abebada y paternalista, de esas cosas didácticas en las que nos han convertido los cuentos de hadas. El libro tampoco promete mucho.
La verdad es que C.S. Lewis intentó escribir El señor de los anillos, pero a mi parecer cometió tres errores fundamentales:
1-El señor de los anillos ya había sido escrito por Tolkien. Este quizás no sea un error tan grande, como han demostrado desde Lafcadio Hearn hasta Puig, sin dejar de pasar por Menard. La originalidad no vale tanto como nos quisieron hacer creer los vanguardistas. Lo importante es escribir las cosas de forma interesante, incluso si son las mismas cosas. Hay que saber sacarle la vuelta a las historias ya existentes, después de todo, rara vez logramos alienarnos lo suficiente para escribir en el aire. Por eso mismo es distinto, sin embargo, escribir las mismas cosas con los mismos símbolos y la misma intención. La entrada repentina y victoriosa de los árboles ambulantes en la lucha contra los ejércitos de acero simbolizando la victoria de la naturaleza contra la perversión artificial, evidentemente es una escena de Las dos torres, igual que la destrucción de los jinetes enemigos que a media cabalgata son arrastrados por el río, tomando al río como ente mágico impasable para la maldad, escena que por cierto no debió incluir a Arwen, pero en fin. No coincido en lo absoluto con Tolkien en su filosofía ambientalista, pero admiro el enorme aporte que hizo al medio literario en su uso artificial de estructuras míticas. De Lewis no se puede decir nada parecido.
2-Pensó que El señor de los anillos era un libro para niños. Esta metida de pata sí es patética e imperdonable, pues reproduce y aporta al estigma que tiene la literatura fantástica de poco seria o hasta poco literaria. Los pseudointelectuales vargasllosistas y ribeyrianos siempre acaban confundiendo a Tolkien con Harry Potter y Disney, con la noción degradada del "cuento de hadas", como mencioné antes, son "esas cosas que lee la gente de ciencias que juega a las cartas magic"; y de forma totalmente subjetiva acaban negando el poder mítico. Lo digo por experiencia propia. La película al menos, carece completamente de trama y es sólo una serie de batallas superficiales. Los héroes son simples, antipáticos y vacíos. La idea de que una historia para niños es una historia simple implica asumir que todos lo niños son idiotas y, como la misma historia dice: "Si te tratan como un animal, te conviertes en un animal". Es en la tierna infancia que se idiotiza a la población.
3-Quizo escribir El señor de los anillos sin escribir el Silmarillion. No lo leyó siquiera. Es comprensible, dado que esta obra fue publicada póstumamente por Christopher Tolkien en 1977 y no vió la luz durante la vida de su autor. Sin embargo es un trasfondo mítico fundamental, como ya venía diciendo, para comprender las dimensiones más amplias y profundas de la fantasía de JRR tolkien y sin el cual El señor de los anillos se puede concebir como una novela de aventuras más, que es lo que hizo Lewis.
Algunos aseguran que Tolkien y Lewis fueron buenos amigos, otros tantos me han dado la versión bastante más verosímil de que Lewis admiraba a Tolkien, pero el segundo despreciaba al primero. De la película me quedo con los primeros 15 minutos, o más bien los 10 minutos depués de los primeros 5, en los que se perfila una extraña relación con la historia que de alguna manera ya hemos vivido, de la cuál hemos sido parte, hemos sido adultos y desaparecido, pero ahora somos niños y debemos volver a empezar. Esto evidentemente encaja con el uso de los emblemas medievales y hace a los niños partícipes de la historia de Inglaterra que están reviviendo. Odiosamente patriótico, pero al menos inusual y en verdad bastante convincente. Después de eso, el resto es descartable.

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