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lunes, 21 de abril de 2008

El horror de lo horroroso

¿Qué decir sobre el viejo Lovecraft? Recuerdo que una persona particularmente estúpida me dijo alguna vez que era un escritor de ciencia ficción. Lo rechacé de inmediato por lo necia que era esa persona y porque evidentemente seguía la absurda e ignorante ecuación de meter todos los tipos de lo fantástico en el mismo saco, teniendo a Harry Potter como único referente, y poniéndoles el rótulo vacuo de "ciencia ficción" con el que he visto descrito a Tolkien en más de una revista de la oligarquía limeña. Pero claro, esa es la ficción más explícitamente ficcional, y de científica no tiene nada. Hay que ser...
Pues no, como todos sabemos, HP se dedica a escribir sobre el horror, cosa que él nunca economiza en reiterar y enfatizar, sobre lo horrible que es el horror de su historia y lo horrorosa que fue la experiencia indescriptible que ahora nos describirá. La verdad en varias ocasiones, son tantos los adjetivos de lo espantoso y maligno, que lo espantoso y maligno en sí desaparece, y lo único de maligno que tiene el gran Cthulhu es el adjetivo. Lovecraft nunca me ha dado razones para espantarme, sólo me ha dicho que debería hacerlo: A ver, espántate. Eso nunca me ha convencido mucho. Hace poco un amigo me mostraba la ternura de Helo Cthulhu, y recuerdo también lo hilarante de juego de rol Pokecthulhu. Cortazar lo toma como ejemplo para acusar a la literatura de horror de obsoleta, pero la verdad es que sólo está atacando al género en uno de sus puntos más débiles. En la práctica, por más que él insista en lo indescriptibles que son, los monstruos de Lovecraft están claramente descritos desde la primera página, y la historia, privada de todo misterio, es casi una forma de convivir con ellos. No es muy distinto a lo neofantástico.
Aun así, sé que la mayoría de lectores de este blog están muy familiarizados con él, si es que no son sus admiradores personales. Curioso lo celebérrimo que es el mundo hispano, mientras que en su querida Nueva Inglaterra ni un solo gringo me pudo dar razón de él y su nombre les sonaba a chino.

Son no obstante unos cuantos méritos aparte de este que persigue
entorpecido por su enorme afán los que permiten rescatar un par de cosas de su literatura. El mismo hecho de la investigación a veces da resultados interesantes, quizá inesperados para él mismo. De tanto describir ciertos objetos misteriosos, los infinitos detalles se vuelven imposibles de conjugar en una imagen clara, un efecto paradójico del exceso de descripción. También está la muy mentada construcción de una mitología que reaparece compulsivamente una y otra vez en los contextos más diversos e inesperados. Y cuando más insiste en lo indescritible de las visiones, de vez en cuando hasta logra describir algunas cosas físicamente imposibles con bastante precisión. Aunque no cause el espanto que supuestamente invade a sus personajes sin razón aparente, su geometría imposible no deja de ser interesante, quizás por el hecho de que involucra términos científicos y presenta cosas totalmente extraterrestres. Justamente como la ciencia ficción.

En fin, ya que no quedaba lejos y había un bus que me llevaba gratis, decidí ir a verlo a su tumba en Providence. Estaba en alguna parte de un cementerio enorme con vista al mar, un cementerio con lotes numerados sin ninguna lógica que tuve que recorrer una y otra vez hasta enterarme de que el monumento que decía Philipps no era a las pilas ni a las radios Philipps, sino a la P de HP, quien está escondido detrás de él, en una lápida pequeña y modesta con un epitafio breve pero nada modesto: "I am Providence". La verdad no sé qué tanto se parezca una ciudad que en primavera se cubre de flores y se llena de chicos sin polo y alegres bailes indígenas; al viejo HP que escribía ensombrecido lo horrorosos que son los cultos Voodoo en los pantanos de Nueva Orleans por malignas gentes mestizas.

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