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sábado, 26 de enero de 2008

Alfonsina en el pozo

Mientras intento escribir sobre sicarios desesperados en ciudades monstruosas, me acuerdo de Alfonsina Storni deambulando por las profundidades del mundo de siete pozos, deshaciéndose en las miradas ajenas, arrojando su corazón que se extingue en la urbe como una flama en un cuarto sin aire.

Un día,
la ciudad que desde arriba veo,
se levantará sobre sus flancos
y caminará.
A.S.

Intentar atravesar a la ciudad, esa bestia que ya no es de nadie y que se nos va de las manos, que como pequeños individuos que somos nos devora en el imperativo flujo de sus semáforos. Aquí estamos, hundidos en la profunda sombre de sus rascacielos, sin poder vernos las caras.
Lamentable lo melodramática y trillada que resultó su leyenda, estigmatizándola no solo de todo lo que la opinión vulgar juzga como poético, sino, por supuesto, como poetisa femenina. Por supuesto, ya he dado a entender antes que el feminismo me parece un concepto potencialmente emocionante, pero aplicarlo metódicamente a cualquier poeta nacida mujer, incluso antes de leer su poesía, lo vuelve perfectamente absurdo. ¿No es esa acaso otra forma de machismo? Creo que hay tantas mujeres machistas como puede haber hombres feministas. Alfonsina tiene un par de poemas sobre ser mujer, es cierto. Pero lo que tiene de bueno va por otro lado, por las calles infestadas, los edificios con patas, el asfalto carnívoro y demás criaturas surreales.

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