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miércoles, 10 de octubre de 2007

Mi vida con Duke

Tu y yo estamos viviendo juntos. Compartimos un apartamento, la lavadora, la cocina, el baño. Salimos a comer juntos a menudo. Cuando Tu llegó, la decana de la facultad me lo presentó diciendo: "¡Mira, aquí está Wantán!". La verdad su nombre es Tu Wen-Tang, pero para evitar roches y enrredos prefiere que le digan Duke. Como su nombre sugiere es chino y tiene cuarentaialgo años.

Al comienzo me pareció interesante conocerlo y me dispuse para guiarlo por el campus. Mi primera impresión fue que hablaba el inglés con muy buen acento, pero mientras íbamos intentando relacionarnos con otra gente, notaba cada vez más que no entendía nada de lo que hablaban los demás, al final yo tenía que ayudarle a pedir su hamburguesa y todo. Durante las primeras semanas se fue convirtiendo en todo un lastre. Me hacía extrañar las mesas políglotas con los otros asistentes, donde hablabamos a fuego cruzado en tres idiomas, en inglés alemán francés español italiano, y cada uno ve qué parte entiendo y cómo contesta. Aunque somos siempre más los que hablamos castellano, los latinos, y los italianos ya dicen que tenemos toda una mafia. Eso de que uno deja de simplemente hablar castellano y se vuelve Latino es todo un tema. En los formularios oficiales de los registros gringos aparecen como razas los blancos, los negros, los asiáticos, lo nativos americanos, y los latinos. ¿Cuál es la diferencia entre un español y un italiano? ¿Entre un cholo y un apache? Racial no es, no me vengan. Pero en fin, como decía, ese es otro tema. Hay muchas cosas de que quejarse, pero no viene al caso.

Ya que viene de las antípodas, Duke tuvo que dar la vuelta por el lado largo del mundo (en vez de simplemente cruzar el pacífico) y llegó con un horario totalmente desfasado. El primer día se acostó a las seis de la tarde y se levantó a las cuatro de la madrugada. A eso hora salió a dar una vuelta por el barrio, y descubrió una senda en el bosque muy cerca de aquí. Regresó a casa a las seis y se volvió a dormir. La cosa se pone un poco más incómoda ahora que se prolonga. Dice en broma que yo duermo cuando él está despierto y que solo necesitaríamos una cama. Al parecer se levanta todos los días a las seis, no sé a dónde va, a veces solo se queda dando vueltas por la casa y oigo sus pisadas. De noche tampoco se acuesta muy temprano, por lo menos a las doce. Contribuye a mis prolongados insomnios con los que suelo revolcarme toda la noche y logro agarrar sueño recién cuando sale el sol, y duermo dos horas antes de tener que salir para mi clase de las 8.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Está mostro el texto, te felicito.